domingo, 15 de junio de 2008

UNA VISITA A BRETAÑA, REGIÓN DE FRANCIA, MUY LIGADA AL PASADO HISTÓRICO DE LOS GARCÍA-MANSILLA

“Bretaña” ; “Vannes” ; “Brest” ; “Plaudren” ; “Le Nedo”. Mencionar estos nombres, es evocar los orígenes de una de la tres ramas de la familia García-Mansilla y recordar la vida juvenil de nuestro bisabuelo Manuel José y sus hermanos Eda, Rafael, Daniel, Eduardo y Carlos, quiénes fueron educados en la mítica tierra del Rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda.

En el año 1876, al contraer matrimonio el Barón Charles Marrier de Lagatinerie con Eduarda García-Mansilla se fundó la rama francesa de nuestra familia, que habitó en Bretaña hasta nuestros días.

Nuestra hermana Marisol, que vive en Madrid, celosa custodio de la memoria familiar, emprendió desde dicha ciudad española un viaje, en el mes de octubre, hacia Bretaña, con el fin de conocer la región y el castillo “Le Nedó”, construido por nuestros tíos bisabuelos Charles y Eduarda, casa natal de sus ocho hijos.

Sus vivencias nos llegaron mediante una carta enviada a su hermano Manolo, en la que nos hace un delicioso relato sobre lo vivido y que hoy queremos compartir con toda la familia.

Salimos de Madrid un viernes a las diez de la mañana, con Chus y Juan, dos amigos de toda la vida. Fuimos en el auto de Alejandro y conforme íbamos viajando, parábamos en el camino a tomar café y a cargar gasolina. Llegamos a almorzar a "Irún", un municipio de la Provincia de Guipúzcoa, País Vasco, fronterizo con Francia, país del que se encuentra separado por el río Bidasoa. Se trata de la segunda ciudad más importante de Guipúzcoa, tras su capital San Sebastián, donde comimos fenomenal en un restaurante de la parte vieja.

Seguimos camino, compramos riquísimos patés en una granja de "Las Landas", que es la tierra del tursan y del armagnac. Allí se encuentra el mayor bosque de Europa, espesura que brinda magníficos viñedos y que también es lugar de cría del Chalosse y las aves del famoso Sello Rojo, también se cultiva el maíz, kiwis del Adour, espárragos silvestres de las arenas y, por supuesto, se hace buen vino.

Llegamos un poco cansados, pero felices a dormir a “La Rochelle” que es una ciudad preciosa, completamente amurallada, con sus murallas y foso sobre el mar. Tiene unos 100.000 habitantes y es una tranquila ciudad situada en la costa oeste de Francia, al norte de la Gironde, que se valora como uno de los centros más atractivos entre las costas de Bretaña y el golfo de Gascuña.

Dormimos en un hotel que daba al mar, recorrimos la ciudad y seguimos camino a I’lle de Ré, una isla pequeñita en frente de La Rochelle. De allí continuamos viaje y llegamos a "Rennnes" , capital de Bretaña, metrópoli de arte y de historia, que constituye una etapa ineludible para entender mejor la realidad bretona de ayer y de hoy. Expresa su fuerte identidad cultural a través de uno de sus importantes edificios, el Palacio del Parlamento de Bretaña que encierra la historia bretona dando testimonio del arte pictórico excepcional del siglo XVII francés.

Luego entramos en "Dinan", que es increible, parece que el tiempo se ha detenido en la Edad Media, tiene un castillo fantástico, murallas, callecitas y casas milenarias. Nos fascinó su ambiente y nos hizo enamorarnos de Bretaña.



Tomamos el té, caminamos por las murallas y el castillo y nos fuimos rumbo a "Saint Malo". donde queríamos pasar la noche.



Esta última es una ciudad protuaria, situada en el departamento de Ille-et-Vilaine, de la que es una de sus subprefecturas, en la región de Bretaña. Tiene la particularidad de que el centro histórico está amurallado completamente en forma circular, una construcción que data del Siglo XIII.

Esta ciudad era el puerto más importante de Francia en su época, amurallada, sobre el mar y que fuera reconstruida después de la Segunda Guerra Mundial. Es increíble, pero muy militar y más dura que Dinan. Allí dormimos en el Hotel Intra Muros, una casa del 1600, con mucho señorío – como decían ellos -, pero no muy cómodo. No te imaginas lo que fue estacionar el auto en el garage, ya que el suelo era de tablones de madera, los que crujían pareciendo que se iban a partir. Cenamos en una creperie unas galettes -crepes salados con harina integral- muy ricas y nos fuimos a jugar a las cartas al hotel.

Al día siguiente, nos fuimos a misa a la Catedral y allí descubrí que los habitantes de Saint Malo, se llaman malouines y fueron los que colonizaron las Malvinas, de allí que su nombre originalmente era Malounias ¿Qué tal?

Por fin salimos para "Saint Michel". Es alucinante ver esa franja de tierra que sale hacia el mar y la muralla inexpugnable, sobre la que se aposenta la abadía, dejamos el coche en el aparcamiento, donde había un cartel que decía: “atención, la marea sube doce metros a las 19 horas, debe retirar su coche antes de esa hora”

La marea sube y tapa todo. Bueno, si, subimos, y subimos……y subimos la escalera de piedra. La abadía, en si misma, me desilusionó. Ya quisieran tener en Francia, para un día de fiesta, el gótico de la catedral de León o el románico de San Isidoro, pero el claustro es muy bonito y el enclave fantástico. Con perdón de mis primos franceses, me surgió la sangre española!! Bajamos, bajamos y bajamos, tanto que me temblaban las piernas al llegar al pie de la muralla. ¡ me estoy haciendo vieja !!! Almorzamos requetebien en un restaurante dentro de la muralla y seguimos camino a "La Fougere".

¡Que decirte de esta ciudad!!! Fougeres, está sacada de un libro de cuentos, es una pequeña ciudad del departamento de Ille-et-Villaine, dentro de la Provincia de Bretaña. Rara vez recomendada por las guías turísticas con el equivocado criterio de que lo atractivo es lo monumental o lo sorprendente.

Un castillo maravilloso, murallas, aldea medieval, catedral, un jardín público como no lo había visto en mi vida. Un concierto de colores, flores, arbustos, todo super bien cuidado, desde allí, bordeando la muralla, se divisaba el castillo y el pueblo medieval. Tomamos el té y seguimos a "Vannes". Esta ciudad merece un punto y aparte.

Lo increible de Vannes son sus muros sobre el mar, con sus torreones, su palacio encastrado en la muralla, esas lavanderías medievales y, justo enfrente, como si fuera un estacionamiento, cientos de veleros y el mar. Me sorprendió que no oliera a mar. Si no te acercas a ver el agua, parece que estuvieran en un dique seco. Dormimos en el hotel Le Roof, en la Isla de Conelau, allí está lleno de islas y brazos del mar, realmente es una Venecia, como tu me dijiste. Allí murió San Vicente Ferrer, santo español, nacido en Valencia, muy milagroso y patrono de Vannes. No encontré el colegio de los jesuitas donde estudiaron nuestros tíos bisabuelos y no teníamos demasiado tiempo para seguir buscando. Nos fuimos a ver los menhires y dólmenes paleolíticos de Carnac ¡¡¡No los has visto!!! Es increíble, hay más de tres mil dólmenes. Vienen de todas partes del mundo a verlos. Es de lo más importante que hay en el mundo de esa época. Visitamos un túmulo –monumento funerario del paleolítico-,impresionante, sacamos fotos y seguimos en busca de Plaudren.



Llegamos al pueblo de Plaudren muy bonito, como todo allí, y preguntamos por el castillo de “Le Nedo”. Nos dieron instrucciones y tuvimos varios intentos fallidos, hasta que encontramos a unos campesinos que nos explicaron que estaba entre “ese” bosque.

Nos metimos en un bosque muy espeso, como de película de terror, los árboles se iban cerrando sobre nuestras cabezas y la maleza, crecida a su arbitrio, oscurecía el cielo, de pronto, entre las rendijas, vimos finalmente luz y nos metímos por allí y apareció ante nuestros ojos el castillo, en cuya escalera principal nos estaba esperando una señora “casi” vieja, rodeada de gatos, –seguramente los campesinos la habían llamado por teléfono alertándola sobre nuestra visita-.



Nos aguardaba con una carta de una prima de Eda (1), donde explicaba todo el linaje de nuestra familia francesa. El castillo está igual que la foto que me enviaste, pero completamente abandonado. No nos dejó entrar, pero se veían todas las ventanas rotas, llenas de telarañas y en la escalera todos los escalones se encontraban tapados por la maleza y doce gatos rodeados de sartenes con comida. La mujer me explicó que ella estaba enferma, que no podía hablar bien y deduje que su padre era el cuidador, había una casa cercana.

Por lo que me dijo, allí no va nunca nadie, me imagino que habría que invertir bastante dinero para rehabilitarlo, por dentro y por fuera, y como son muchos los descendientes, debe ser difícil encarar esa obra. Lo de siempre. El problema es que buscabamos un castillo en uso y nos imaginábamos una entrada impresionante. Debe haber sido majestuoso en su día, porque los árboles son imponentes y, en el frente de la casa, todavía hay flores y algo de vegetación original. Tiene que haber sido precioso en su época de esplendor.

Todo el tiempo pensé en ti y en las delicias que, me cuentas, relata sobre la vida en el castillo nuestra tía Guillemette Marrier de Lagatinerie García-Mansilla, en su libro “Nous n’irons plus o bois”. Me encantaría que me lo envíes para leerlo.

De allí, nos fuimos recorriendo pueblitos maravillosos bajando hasta Biarritz, donde dormimos, y al día siguiente regresamos a España. Paramos a comer en Covarrubias, a 40 kilómetros de Burgos ¡¡¡que pueblo!!! También de la Edad Media, pero castellano, con un encanto enorme también.

Lo único malo del viaje fue la entrada a Madrid: tardamos tres horas en hacer 50 kilómetros porque hubo un accidente. El tiempo que nos tocó fue fantástico, con una temperatura de 18 grados casi todo el tiempo y no llovió ni un solo día.

Hemos vuelto todos enamorados de Bretaña y con serias intenciones de volver. Ahora quiero ponerme a leer algo sobre nuestros antepasados y su vida bretona.
Te quiero mucho, Marupi.

(1) Eda Icery Martín, nuestra prima, hija de Margueritte Marrier de Lagatinerie García-Mansilla de Icery Martín, nieta de Eduarda García-Mansilla, nuestra tía bisabuela, que actualmente vive en la Isla Mauricio, en medio del Océano Indico.

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