domingo, 31 de mayo de 2009

Juan Manuel de Rosas y su exilio inglés.

La primer morada de Juan Manuel de Rosas en Inglaterra es en Devenport, en el “Moosehead’s Royal Hotel” (Real Hotel de la Cabeza del Alce) en la calle Fore. Devenport era entonces una población a dos kilómetros de Plymouth, de la cual es hoy sólo un barrio. Desde allí Rosas se dirige a la Reina solicitando permiso para alquilar una granja y trabajarla.

De allí pasa a Southampton, al oeste de Londres.



Se aloja en el “Windsor Hotel”. Se dedica entonces a estudiar inglés, cuyo aprendizaje iniciara a bordo del barco que lo condujo desde Buenos Aires, el “Conflict”. Más tarde alquila una casa en Rockstone Place en Carlton Crescent. Los domingos va a misa a la capilla católica de San José (84 Bugle Street).

También concurre al Pub Red Lion (55 High Street). Donde entre cerveza y cerveza charla con sus nuevos amigos. Aún existe en él, y se exhibe como un tesoro: un cintillo federal. Enamorado de los alrededores de Southampton, Rosas escribe a Josefa Gómez acerca de zonas deshabitadas y arboladas, con ciervos, liebres y aves. Paseaba allí con frecuencia.



Un rincón criollo en Swaythling

En 1853 alquila a Willis Flemming una granja en Swaythling, a 10 km de Southampton, sobre la carretera de Londres. Se llama “Burgess Street Farm”. Cuenta alrededor de 50 hectáreas, aunque Adolfo Saldías dice que eran 34, atribuyendo su propiedad a Lord Palmerston. La granja estaba bastante venida a menos. Rosas la re-techó en paja –no por añoranzas folclóricas, sino por ser común en la zona-, le agregó tres ranchos para darle el aspecto de una estancia argentina, pero debieron ser construcciones de otro tipo. Hacer un rancho en Inglaterra, de chorizo o adobe, aparte de absurdo sería carísimo. Allí hay otros materiales más a mano y más baratos. Levantó corrales, bebederos y galpones, plantó robles y castaños e hizo un pequeño lago en el cual puso aves bonaerenses. Una escalera al techo servía de improvisado mangrullo. La granja de Swaythling tuvo vacas, caballos, gallinas y cerdos, así como también sembrados de hortalizas. Primeramente Rosas la sostuvo con el dinero proveniente de la venta de la Estancia San Martín (del Pino), y luego con la ayuda de sus amigos.

Adoptó el sistema criollo y a él asimiló a sus peones. Les enseñó el manejo del lazo y boleadoras y la equitación criolla. El último de sus peones vivió hasta 1928, y se llamaba Enrique Coward. Vestía a lo criollo: chiripá, botas, tirados; montaba, enlazaba y boleaba y había reunido ponchos, mantas y otros recuerdos.

En 1853 Manuelita se casa con Máximo Terrero y se va a Londres. En ese año su hijo Juan Bautista regresaba a América. Antes le escribe a su padre para pedirle permiso a fin de pasar a despedirse; Rosas vive solo y de recuerdos y cree no poder soportar la despedida, por lo cual le dice que prefiere que no venga. Juan Bautista no lo verá más.

En 1857 Prudencio, su hermano, muere en Sevilla. En 1859, desde París, le escribe su nieto Juan Manuel, también para ir a despedirse al volver a la Argentina. Como pasó con Juan Bautista, Juan Manuel prefiere que no lo haga. Tampoco se verán más. Así, de a poco, se van desgajando pedazos de su vida y de su corazón. Juan Manuel, su nieto, habrá de morir siendo gobernador de Buenos Aires, ocupando el mismo cargo que su abuelo y su tío bisabuelo.

En 1866 Rosas trabaja a la par de los jóvenes. Esporádicamente recibe visitas de la Argentina, y no todos son sus partidarios, como Alberdi y Quesada. Entre el 68 y 70 muere una de sus hermanas, un cuñado y su hijo Juan Bautista. En su soledad es feliz mirando un paisaje que tiene reminiscencias de su lejana pampa. Pero pasa momentos duros. Debe el arrendamiento; debe despedir a sus peones y se ocupa entonces de las más rudas tareas. Llega a dormir sólo tres a cuatro horas. Ya ha pasado los 80 años y eso mina su salud. En 1876 se vio obligado a vender las últimas vacas que le quedaban en la granja.

Sus últimos días

Un día de marzo de 1877 monta hasta tarde para encerrar unos animales. Tiene 84 años; el día es frío y húmedo. La tos lo ahoga; por la noche lo devora la fiebre. Su médico, el doctor John Wibbling le diagnostica bronconeumonía y manda a buscar a Manuelita. Ella ya no es una niña, tiene 61 años y sus hijos 18 y 20 años. Cuando esa noche Manuela quiere velar el sueño de su padre Mary Ann y Alice, las fieles servidoras la disuaden. Por la mañana del 14, Juan Manuel tose mucho y se ahoga; expectora sangre. Alice llama a Manuelita. La hija acariciando el rostro del anciano agonizante, como cuando era niña, le pregunta dulcemente:

-¿Cómo se siente tatita?

Rosas la mira desde lo profundo de sus ojos gris acero, hundidos por la fiebre, y esbozando una sonrisa musita:

-No lo se, mi niña…

Manuelita sale entonces a llamar al médico y al confesor; cuando vuelve, Tatita ha muerto. Son las siete de la mañana del 14 de marzo de 1877. Al día siguiente, sus restos, en un ataúd de roble son llevados al cementerio del condado. El Barón Charles Marrier de Lagatinerie –su sobrino nieto político, casado con Eduarda García-Mansilla, hija de Eduarda Mansilla y del General Lucio Norberto Mansilla- y el padre Gabriel, en un coche; sus servidores en otro, y cerrando el cortejo el carruaje de su médico con Willis Flemming.

Sobriedad y grandeza. Pobre el cortejo, ¡pero qué trofeos!. Sobre el ataúd la bandera argentina de la Campaña de la Sierra regalada por el coronel Arenales, hijo del general; sobre ella, el sable que el Libertador José de San Martín le legara por “la firmeza con que ha sostenido el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarnos….”. Sobre el ataúd una chapa con su nombre como él lo escribía: “Juan Manuel de Rosas”, y las fechas de su nacimiento y su muerte. Sobre su tumba, un sobrio monumento, coronado por una cruz, y una lápida señalando su nacimiento, su llegada a Inglaterra y su muerte.

Fuentes:
www.revisionistas.com.ar
Chavez, Fermín - Iconografía de Rosas y de la Federación - Buenos Aires (1970).
Luqui Lagleyze, Julio A. – Las moradas de Don Juan Manuel.
Saldías, Adolfo – Historia de la Confederación Argentina.
Todo es Historia – Nº 118 – Buenos Aires, Marzo de 1977.

miércoles, 6 de mayo de 2009

El Coronel Pedro Andrés García y el homenaje de la Ciudad de Buenos Aires.

Muchos distinguidos miembros de nuestra familia, han sido homenajeados por su actuación pública a lo largo de la historia de nuestro país, por autoridades nacionales, provinciales y municipales de distintas formas. Esos reconocimientos, se encuentran plasmados en ciudades, pueblos, calles, plazas, estaciones de trenes y monumentos y son el testimonio imperecedero de vidas dedicadas al engrandecimiento de nuestro patria.

Hoy iniciaremos un recorrido por los distintos lugares en los cuales se les brindó homenaje, destacando en cada caso, los merecimientos que llevaron a perpetuar su memoria.

Comenzamos nuestro recordatorio con el fundador de nuestra estirpe, el Coronel Pedro Andrés García de Sobrecasa.

La ciudad de Buenos Aires, lo recuerda con el nombre de una calle, ubicada en el Barrio de Villa Lugano.

Funcionario y militar español, nacido en Caranceja, provincia de Santander; muerto en Buenos Aires el 21 de abril de 1833, Llegó al país en el ejército expedicionario del General don Pedro de Cevallos y permaneció en Buenos Aires; participó en la expedición de don Juan de la Piedra a la Patagonia en 1778 y 1779; desempeñó igualmente diversas funciones administrativa; receptor de penas de cámara, escribano de la residencia, etc. Se distinguió en la defensa de Buenos Aires y en su reconquista contra los ingleses; Garcíatuvo el mando del regimiento de cántabros; Saavedra y García hicieron fracasar el movimiento organizado por el cabildo inspirado por Martín de Alzaga contra Liniers; su vinculación con el sector criollose mantuvo desde antes de mayo de 1810 y fue uno de los que votaron la deposición de Cisneros y la toma del poder por el cabildo el 22 de mayo.


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Comandó después la expedición a las Salinas Grandes en busca de sal, atravesando el desierto en medio de tribus indígenas hostíles a cuyos caciques supo neutralizar y convertir en aliados. Escribió una memoria que representa la mejor información sobre el estado de la campaña en 1810; propuso en ella ocupar las líneas de los ríos Colorado y Negro y establecer el cuartel general en Salinas para poblar las sierras de Guaminí, de la Ventana y del Volcán y trasladar más al sur las fronteras de Córdoba y de Cuyo. El proyecto, a pesar de la acogida favorable no pudo realizarse por causa de la situación militar y política del país.

La inestabilidad de los gobiernos y la penuria económica impidieron la ejecución del plan tantos años acariciado, no obstante la advertencia de los caciques aliados de la llegada de 10.000 indios chilenos que preparaban la guerra a las poblaciones avanzadas.

Recién en 1822 una expedición con fines topográficos para la ejecución de su plan, volvió a reanudar relaciones amistosas con los pampas y los huiliches. La memoria donde se describe esa expedición y que lleva también la firma de José María Reyes, es otro valioso documento, en donde se consignan datos auténticos sobre la situación de la campaña y sus necesidades.

Parte de sus ideas fueron realizadas por Rosas en 1833. Se deben a García igualmente memorias histórico-estadísticas de los partidos de la Conchas, San Isidro y Morón, con sus planos respectivos; reconocimiento y nivelación del Río de las Conchas para establecer sobre él la fabrica de armas, estudios sobre la navegación del Río Tercero; un padrón general de los habitantes de la campaña, un mapa topográfico de la región entre Tucumán y Desaguadero, otro del Virreynato del Río de la Plata y del reino de Chile.

Fuente: Gran Enciclopedia Argentina. Compilación de Diego A. de Santillán. Tomo II
"DEl-GW. Ediar Sociedad Anónima Editores. Buenos Aires 1957.

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