domingo, 23 de febrero de 2020

FRANCISCO GARCÍA-MANSILLA. OTRA ARGENTINA PARA VER



OTRA ARGENTINA PARA VER
FRANCISCO (PANCHO) GARCÍA-MANSILLA



          Los dos hechos sucedieron esta semana en Córdoba. Uno tiene que ver con la Argentina vieja, la de las rencillas y peleas contra molinos de viento. La otra, con la Argentina Verde y Competitiva.

          En un caso, el gobernador de la provincia sufría el desplante de la Ministra de Industria de la Nación, durante un olvidable acto en el que se anunciaba la salida al mercado de un nuevo modelo de un viejo auto.

          En el otro, altísimos funcionarios de una de las grandes líderes mundiales de la maquinaria agrícola, visitaban a un establecimiento en el sur de la provincia. Provenían de Estados Unidos, Alemania y Brasil. Tuve la oportunidad de asistir, y lo agradeceré toda la vida, porque creo que participé de algo que puede catalogarse como “fundacional”.
          Allí, Francisco “Pancho” García Mansilla", administrador del campo, les mostró las modificaciones y adaptaciones que había incorporado en la pulverizadora automotriz y en las sembradoras de esa marca.

          Y luego, después de una demostración dinámica, en treinta minutos les mostró con números muy precisos el significado de cada modificación. Con espíritu abierto, desenfadado y por momentos implacable, Pancho remató su presentación con una frase de Henry Ford: “me pedían un caballo más rápido; les traje un auto”.

          Un sorpresivo y llamativamente largo aplauso coronó el momento. Y arrancó el debate.

          Sí, se estaba discutiendo cómo hacer más competitiva la agricultura. Lo que incluye la sustentabilidad. Más toneladas por hectárea, por milímetro de agua de lluvia, por litro de gasoil consumido, con más escala y operaciones totalmente “auditables”.

          En esto, quedó claro por el interés de los distinguidos visitantes, la Argentina está haciendo punta. “Necesitamos clientes como ustedes para orientar nuestros desarrollos”, dijo el más importante del grupo.

         ¿Qué vieron?. Pancho tiene desde hace cuatro años una fumigadora automotriz, con un barral de 24 metros. Este año vio en Expoagro el barral de carbono de AgroKing, de 36 metros y mucho más liviano. Lo compró ahí nomás. Lo recibió a principios de setiembre y ya le hizo más de 20.000 hectáreas, lo que estaba registrado por el monitor de la máquina. “Aumentó la capacidad de trabajo un 50%. Pero además ahora tenemos menos pérdidas de soja por pisoteo, así que el costo bajó de 6 a 4 dólares por hectárea”. Y les dijo: “si tengo que esperar siete años para que ustedes incorporen esto, se me genera un lucro cesante de un millón de dólares”.

          Recordemos: la aplicación de la fibra de carbono en la maquinaria agrícola es un desarrollo donde la Argentina está primereando. Como con la siembra directa, el almacenaje en bolsas plásticas, el silo de grano húmedo embolsado y otras tecnologías que no solo han generado ventajas competitivas para estas pampas, sino que están siendo adoptadas en todo el mundo.

         “Bigger is better” (cuanto más grande, mejor), es el axioma compartido por todos los fabricantes, respondiendo a la necesidad de un mercado que padece la falta de mano de obra capacitada (fenómeno global). Y que necesita aprovechar las ventanas cada vez más estrechas para siembra, fumigación y cosecha como consecuencia del cambio climático también global.

          Pero “bigger is better” significa mayor peso de los equipos, lo que genera compactación. La “edad de hierro” tiene que dar paso a materiales más livianos. La “era del carbono” -y quizá otros materiales que aún no existen- es inexorable, y está naciendo en la Argentina.

          Y además de menor peso, también se requiere más sencillez. En sembradoras, tamaño, pero también más facilidad de adaptación para pasar de un cultivo a otro. Y allí, en el sur de Córdoba, estaban hechas, y están también las ideas para lo que viene.

          Al regresar, vimos que el país viejo se sigue peleando consigo mismo.

          El otro, el Verde y Competitivo, está en marcha y hace roncha. 

Editorial de Hector Huergo en Clarín Rural. 7 de enero de 2017.

Francisco García-Mansilla y Juan Amadeo. DOS TIPOS AUDACES QUE PIENSAN EN GRANDE.


FRANCISCO GARCÍA-MANSILLA y JUAN AMADEO
DOS TIPOS AUDACES QUE PIENSAN EN GRANDE


                Más allá de los desbarajustes de todo tipo y color que dejó la década ganada de los K, hay dos herencias que todavía perduran entre los productores: 1) son muy pocos los que se animan a pensar en grande, 2) todo debe venir del Estado. Son conductas que todavía sobreviven a pesar de que se juega con otras reglas y escenarios. Es cierto que hay empresarios que están desarrollando iniciativas a partir de tener piedra libre para conquistar mercados en el mundo. Lo que no es poca cosa después de los años de forzado confinamiento en la mesa de los argentinos que administraba Guillermo Moreno.

            Pero lo que se dice pensar en grande es otra cosa. Por ejemplo, el movimiento que están generando dos privados como Francisco "Pancho" García Mansilla y Juan Amadeo para triplicar la producción de carne a pasto en tres millones de hectáreas de la cuenca del Salado. Esto equivale a una generación de riqueza por aumento de la producción regional de 1150 millones de dólares por año. ¿Hay algún proyecto en la provincia de Buenos Aires que pueda tener un impacto económico y social más grande?

           A los que piensan en grande se los suele confundir con los soñadores. No es el caso. La cruzada que están llevando estos dos amigos tiene como punto de partida el trabajo que realizaron en el establecimiento San Miguel, en General Guido, donde demostraron que se puede. En 18 años lograron casi quintuplicar la carga animal, pasaron de 0,51 equivalente vaca (EV) a 2,96 EV. Las 274 toneladas de carne que vendían se transformaron el año pasado en 1137 toneladas. Y necesitan ahora contratar durante el año 71 viajes de camión para transportar los animales vendidos cuando en el comienzo de esta historia sólo eran necesarios 17 viajes. Las claves de este éxito son muchas, pero en los aspectos técnicos podrían resumirse en el aporte del semillero Gentos en la implantación, nutrición y cuidado de las pasturas y su aprovechamiento más eficiente.

           La cuestión es que lejos de contentarse con este logro privado, "Pancho" García Mansilla y Juan Amadeo fueron juntando mucha impotencia con el paso de los años porque la ganadería de la región seguía estancada. Teniendo en cuenta que las herramientas técnicas y de gestión ya están probadas para pegar el gran salto productivo se hace obvio que hay una oportunidad a todas luces desaprovechada. Se preguntaban: ¿cuál es la causa para que se mantenga el modelo extensivo de campo natural y baja carga? ¿Por qué no se impone la gestión profesional a la tradicional?

            Así es como un buen día se decidieron a salir del estado de conformismo y de brazos cruzados para ser protagonistas en el cambio de la realidad. No los detuvo la idea de que era el Estado el que se tenía que hacer cargo. Al tomar la iniciativa invirtieron la fórmula de la articulación público-privada por la privado-pública.

         Cerca de fin de año organizaron otro encuentro más en San Miguel al que asistieron esta vez Leonardo Sarquis, ministro de Agroindustria de Buenos Aires; Rodrigo Troncoso, subsecretario de Ganadería, y los intendentes de Mar Chiquita, Chascomús, General Guido, Maipú, Madariaga Rauch y funcionarios de Ayacucho. El movimiento por la transformación regional comenzó a correr con la idea de sumar a todos los actores posibles.

Ads by 

        En la reunión, en la que se recordó el fuerte impacto que tuvo el Plan Balcarce en los años setenta con 220.000 hectáreas de pasturas implantadas, ocurrieron además algunos hechos interesantes. Como la positiva reacción de los intendentes al entender que están involucrados en el problema y que también hay beneficios para sus ciudades de la futura explosión productiva. La primera consecuencia que tomaron nota es que el problema de los anegamientos con poblaciones aisladas pueden controlarse mejor si hay pasturas de alta producción que con su capacidad evapotranspirativa consuman el agua freática. Ante el exceso hídrico no sólo hay soluciones hidráulicas, sino también está la vegetación como una herramienta para atenuar o disminuir los riesgos de inundación.

       La movida que comenzó en San Miguel prueba que los privados también pueden pensar en grande y actuar para transformar realidades locales o regionales. No todo depende del Estado por más que su contrapartida es imprescindible. La clave para que estos "audaces" no se desalienten en el camino se las dio la pensadora Ayn Rand: "La pregunta no es quién va a dejarme, la pregunta es quién va a detenerme".

Por: Diario "La Nación" Buenos Aires. 7 de enero de 2017.  Por Félix Sammartino



sábado, 22 de febrero de 2020

LUCIO VICTORIO MANSILLA. Un exponente de la distinción que se destacó brillantemente en las armas, en las letras y en la sociedad. Un homenaje en el 180 aniversario de su nacimiento. 1831-2011


Nació en  Buenos Aires el 23 de diciembre de 1831. Llegó al mundo cuando su tío Juan Manuel de Rosas era el hombre fuerte de la Confederación Argentina. Fue hijo de un guerrero de la Independencia que peleó al lado de San Martín, gobernó la provincia de Entre Ríos y le dio la primera Constitución, luchó contra los brasileños en Ituzaingó y defendió la causa nacional en la Vuelta de Obligado. Su madre era Agustina Ortiz de Rozas, hija de Agustina López de Osornio y de un soldado que peleó contra los ingleses emparentado por rama materna y paterna con la crema de la clase alta porteña, Lucio estaba llamado a ser lo que fue: “un niño bien”, un joven patricio y un dandy porteño.

Se jactaba de ser un hombre de honor y efectivamente lo era. Más allá de sus ironías, humoradas y desplantes, en lo que importa se tomó la vida en serio. Como la mayoría de los hombres, a veces fue feliz, a veces desgraciado, pero siempre se preocupó por ser leal a sí mismo.

Su elegancia no era frivolidad, era estilo; podía ser algo vanidoso y pagado de sí mismo, pero todos estaban dispuestos a perdonarlo porque hasta en sus errores era distinguido, encantador. Le gustaba llamar la atención, era ostentoso y desprejuiciado, pero la simpatía y el buen humor lo protegían de la maledicencia y la envidia.

Amigo de los amigos, generoso, espléndido y ocurrente, seducía a los hombres con su ingenio y a las mujeres con su encanto. Escucharlo hablar, relatar historias, fue un privilegio de sus amigos, una discreta forma de la felicidad. Hablaba como escribía; su estilo era coloquial, pero lo suyo era el coloquio de un gentleman, de un hombre que ha vivido, ha observado el mundo y ha sacado algunas conclusiones que se permite confiar, entre otras cosas, porque nunca está del todo satisfecho con ellas y mañana puede decirse exactamente lo contrario de lo que dijo. “Yo creo que un hombre que piensa seis meses de la misma manera no puede pretender que no está equivocado” una frase que muy bien podría haber firmado Oscar Wilde”

Su humor, fino, sutil, no era ni agresivo ni hiriente. Aparentemente no tomaba nada en serio, pero estaba lejos del cinismo y cada vez que las circunstancias lo exigieron demostró que era capaz de jugarse por las cosas que consideraba importantes. Se podía criticar sus errores, sus inconsecuencias, sus desplantes, el despilfarro de su talento, pero era muy difícil odiarlo y mucho más difícil ignorarlo. Concibió su vida como un gran espectáculo y él se consideró el galán y el primer actor de esa formidable puesta en escena.

Puede que haya pensado la vida como un juego, pero como un juego que a veces podía ser peligroso. Sus imprudencias, sus incorrecciones le costaron postergaciones políticas y sociales, pero en ese campo siempre prefirió darse el gusto: “No habiendo podido dominarme, di rienda suelta a mi lengua y, como era natural, contrajo el mal hábito de pensar sin reserva. Eso me proporcionó muchos goces e igual número de enemigos”

Disfrutó de los privilegios que le ofrecieron la vida y su clase social, pero en muchas ocasiones pagó un alto precio por esos beneficios, precio que ni sus enemigos ni sus amigos conocieron porque, como todo caballero, consideraba que no era ni elegante ni honorable abrumar al público con sus pequeñas desgracias.

Fue un hombre del poder porque desde que nació estuvo relacionado con el poder. En su casa, o en la casa de sus tíos, se hablaba de la gran política nacional, de las intimidades del poder, con la misma naturalidad y frescura con que en otras casas se comentaban los cambios de estaciones.

Se respetaba y se quería demasiado a sí mismo para ser humano o modesto. “Mi vicio favorito no es el orgullo que finge humildad”, decía mientras se acomodaba la capa. Sus amigos apreciaban su exquisito sentido del humor, sus modales distinguidos, su genuino spleen. Los que no lo conocían podían calificarlo de inconstante, superficial, frívolo. Los que lo conocían sabían que esos atributos eran una máscara, pero una máscara con la que le gustaba identificarse, al punto que más de una vez ni él mismo sabía cuál era su verdadero rostro.

Su elegancia no le impidió ser valiente; su frivolidad no le impidió ser, junto con Sarmiento, el mejor escritor del siglo XIX;  su escepticismo no le impidió apasionarse y su estilo de dandy no le impidió sufrir. Como todos los hombres que se proponen pasar por el mundo para hacer algo más que dormir y comer, se interrogó a fondo sobre el sentido de la vida y el misterio de la vida.

Los que dudaron de su coraje aprendieron a respetarlo cuando quizá para ellos era demasiado tarde; los que pusieron en tela de juicio su talento debieron resignarse a aceptar que escribía muy bien y que su literatura era liviana y espumosa sólo en las apariencias.

Mas que un oligarca, Mansilla fué un patricio, pero si alguien esa distinción le parece demasiado abstracta o sutil, habría que decir que, si efectivamente Mansilla fue un oligarca, no cualquier oligarca fue como él.

Por linaje familiar, por educación y elección de vida perteneció a las clases altas en un tiempo en el cual todavía esas clases tenían algo que darle a la Nación. Es probable que un personaje como Lucio sólo hubiera podido existir en el tiempo histórico en el que le tocó actuar. Pero esa afirmación podría hacerse extensiva a todos, ya que nadie, ni siquiera el personaje más anónimo, es ajeno a la historia.

FUENTE: Rogelio Alaniz. Hombres y mujeres en tiempos de orden. De Urquiza a Avellaneda. Universidad Nacional del Litoral. Rubinzal-Culzoni Editores. Santa Fé, Argentina, 2007

viernes, 21 de febrero de 2020

DR. MANUEL JOSÉ GARCÍA. Su actuación pública. Una visión histórica objetiva.



Manuel José García Ferreyra
1784-1848
En la comprensión de la historia no nos corresponde a nosotros criticar ni incurrir en actos de vindicación de los hombres y mujeres a los que les cupo una responsabilidad. Si hemos de ser justos observadores habremos de comprenderlos en su contexto real partiendo de la nobleza y dignidad propia de la condición humana.

Comprender es adentrarse en el misterio del pasado; es leer sus signos, sus tendencias, sus desafíos, las razones que los motivaban, y también, por qué no, sus ambiciones, rivalidades y temores. Hay otros tópicos que se me escapan y que son imposibles de reseñar en un pensamiento que trata de ser fruto noble de los hechos que he podido leer acerca del comienzo de nuestra historia común cuyo origen se ha situado en la batalla de Perdriel del 1° de agosto de 1806, cuando el heroico pueblo de Buenos Aires se hizo cargo de su destino y enfrentó al ejército invasor del Sr. Comandante Williams Carr Beresford.

Los sucesos de mayo de 1810 reconocen a partir de allí su propio contexto. Se había expelido dos fuerzas descomunales haciendo germinar el sentido de la propia responsabilidad por forjar un destino. En él se inserta la historia de los hombres a los que los animaba ser “absolutamente libres o definitivamente esclavos”. No hubo un término medio; si habrá habido quienes lo pensaron como una probabilidad aceptable, en atención a los hechos de la península; ciertamente no los criollos quienes fueron los que infundieron el espíritu de la Junta.

El movimiento americanista se hizo de ese ideal, pero más allá del noble objetivo se imponía, además, superar y doblegar a los opresores que en forma inmediata desplegaron su poderío militar, dictaron sentencias de muerte a los cabecillas, y llevaron a cabo acciones de orden disuasivo en los cabildos de las ciudades de tierra adentro, y otras en el difícil e intrincado campo diplomático, que buscaban aislar la comprensión de lo que nos estaba sucediendo, así como evitar que se nos brindaran apoyos de parte de naciones libres que si miraban con simpatía el despertar de los nacionalismos como medio de quebrar el oprobioso régimen que hizo de estas tierras una mera factoría.

Juzgar que la américa colonial fue una factoría no es quebrar el primer pensamiento, es sencillamente decir una verdad acallada por siglos, que en sangre y bruteza cobró ingentes tributos a toda américa. Y es por ello que el ideal de libertad no es ajena a los excesos de la administración colonial.

Constituirse en nación, era como vimos y más allá del proceso de seis años que demandó proclamarla, fue el fin primordial desde el inicio pero, traspuesto ese umbral: de levantar a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación, quedaba la más ardua tarea de coronar su sien de laureles, y a sus plantas rendir a un león. ¿Poesía? ¡No! pura verdad.

¿Qué no hicieron nuestros próceres, a qué no se aventuraron? ¿No lo vemos a Belgrano, a Moreno, a San Martín y a tantos otros héroes indiscutidos, e indiscutibles?

¿Qué le restó dar al Pueblo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, en pos de su causa común?

Pero no todo se dirimió en el campo de batalla. Tantos o más peligros hubieron de enfrentarse al ritmo de los acontecimientos del viejo continente.

Reducir la gesta americanista a las campañas militares es cercenar el contexto, y omitir de apreciar otras cuestiones que hemos visto que gravitaron, y fundamentalmente el giro de la cosmovisión a que se dispusieron esos héroes intrépidos: no hubieron distancias, ni obstáculos que no se enfrentaran, y lo hicieron en la convicción de su dignidad, señorío y merecimiento de la libertad que anhelaban.

Al enemigo español de entonces, que no pasaba de ser un reino privado de su dignidad y sumergido en una terrible crisis interna, se sumaban como peligros en ciernes los proyectos expansionistas del reino lusitano emigrado al Brasil, que se extendía a la costa norte del Río de la Plata y las provincias mesopotámicas.

Hubo entonces una batalla más que librar en el orden diplomático que fue la obra de pocos preclaros de la época, y muy especialmente de uno solo al que los misteriosos y caprichosos caminos de su vida desviaron de su vocación hacia la vida privada.

Hablar de diplomacia con palabras mayúsculas en el despertar de la patria, es traer a la memoria de todos a don Manuel José García, abogado, veterano voluntario del regimiento de Cantabros que regía su padre, el Coronel don Pedro Andrés García, que tan valientemente se batió el 5 de julio de 1807 con las fuerzas del Gral. Craufurd, y del Cnel. Holland en Santo Domingo. La vocación por su profesión de abogado obtenida en Chuquisaca, lo habían afincado en la localidad de Chayanta de la provincia del Alto Perú, y desde allí fue un agudo observador del medio y del sistema que lo agobiaba que él pondría sus fuerzas en cambiar.

Servir a la patria para esa generación no era una opción, sino un deber de dignidad, y mal visto estaba poner un reparo personal cuando el pueblo entero estaba empeñado en su gesta.

Manuel José García lleva en sus alforjas el recuerdo de largos caminos, una vida compartida en el afecto con su padre, y sus méritos intelectuales obtenidos en Chuquisaca: era en si mismo un claro exponente de la generación de 1810.

Supo servir con la pluma, en el idioma diplomático, y sostener un frente que 10 años después mereció que se lo afrontara con la decisión de las armas. Su acción diplomática mereció el elogio del Secretario del representante designado por el país del norte, y exploró las alternativas de unidad hasta el máximo de lo posible, y cuando cedió lo hizo como reconocimiento de que una misma expresión de patria en las dos riberas resultaban inconciliables. Pensamiento que tras casi dos siglo sigue siendo vigente y acertado. No nace o se parte una nación porque un hombre lo quiera; nace o se parte porque la realidad se impone.

Sin el esfuerzo de Manuel José García en la Corte de Río de Janeiro la declaración de la independencia habría resultado una declamación frente a un ejército de 10.000 hombres internado en el Río de la Plata, y la cabeza de la revolución quemada. Eso prometieron y eso hicieron cuando el ejército del Gral. Morrillo no pudo llegar al Plata fruto de la eficacia de García en el Janeiro, y se dirigieron a Colombia y Venezuela.

Ganada la independencia, los otros afanes de Manuel José García fueron la consolidación de la paz en la región y la concreción del proceso constitucional, a los que consideraba bases indispensables del progreso y la felicidad del pueblo. Por 20 años abocó sus esfuerzos tras la consecución de dichos fines posponiendo cualquier beneficio personal frente al menor interés de su patria. Así le había enseñado su padre. Así fueron sus amigos y compañeros de ventura.

Si no se concretaron dichos fines y él no los llegaría a ver, supo siempre que en la larga y penosa cuesta que estaba transitando su patria, buenos y sólidos peldaños los había colocado él desde la soledad y la incomprensión de muchos de sus coterráneos.

A 200 años debemos leer la historia y, de pie e inclinada la frente ante la dignidad de esos magnos próceres, recibir sin beneficios el legado que nos dejaron en pos de trabajar para que el sueño americano no se extinga.

Fuente: Doctor Ignacio Uriburu Montes.





lunes, 17 de febrero de 2020

MANUEL JOSÉ GARCÍA-MANSILLA. CONTRALMIRANTE DE LA ARMADA ARGENTINA. ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO



CONTRALMIRANTE
MANUEL JOSÉ GARCÍA-MANSILLA
ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO

          El 17 de febrero de 1859 nació en la ciudad de Buenos Aires, el Contralmirante Manuel José García-Mansilla, quién para la Armada Argentina fue un ejemplo de cultura y de soldado. Desde la fecha de su muerte en el año 1910, dicha institución le rinde homenaje todos los años al pie de su tumba en el cementerio de la Cementerio de la Recoleta, recordando a quién durante diez años fuera su Director. Egreso de la Escuela Naval Francesa, en una época en que aún no se había creado nuestra Escuela Naval Militar Argentina. Fue condecorado por la República Francesa con el grado de "Caballero" de la Orden Nacional de la Legión de Honor por acto de arrojo y valentía. Fue fundador del Centro Naval y primer presidente de esa institución ; fundador junto a su primo Hortensio Aguirre del Yatch Club Argentino. Fue condecorado con la Orden de las Palmas Académicas un honor que concede Francia a los académicos y personalidades por sus méritos en los campos de la cultura y la educación. Hasta la fecha ha sido el único oficial de la Armada Argentina que recibió esa distinción. Fue condecorado por el rey Humberto I de Italia como "Comendador" de la Orden al Mérito de la Corona Italiana por sus "destacados servicios en la carrera militar".​Era hijo de Don Manuel Rafael García Aguirre y de Doña Eduarda Mansilla Ortiz de Rozas.



ARTÍCULOS MÁS DESTACADOS

Manuel Rafael García Aguirre, el vigía prudente y celoso de la construcción de la primera escuadra de guerra de la Armada Argentina.

El 27 de mayo de 1872 fue sancionada por el Parlamento argentino la primera ley de adquisición de armamentos navales, mediante la cual ...

ARTÍCULOS MAS VISITADOS