martes, 11 de octubre de 2011

Manuelita Rosas a través de su olvidado epistolario.


Manuelita Rosas de Terrero
1817-1898
La correspondencia de Manuelita Rosas de Terrero ha despertado  siempre el interés de los historiadores. Hace unos años nos sorprendía Lila Nilda Bonastre de Dansey con su trabajo Manuela Rosas de Terrero. Un aspecto ignorado de su espistolario (Corrientes, 1968).

En el Museo de Luján se conservan seis (6) cartas de Manuelita dirigidas a su padre, y ciento quince (115) cartas que, ya señora de Terrero, remitió a su amiga Pepita Gómez. Esas piezas, - además de otras setenta y tres (73) cartas de Juan Manuel de Rosas a la misma destinataria-, fueron salvadas de la inundaciones que afectaron al Museo de Luján del 10 al 13 de octubre de 1967, y después, severamente, a comienzos de los años 80. No obstante, hay copia de esa correspondencia con Josefa Gómez, de 1852 a 1875, en el legajo 2447 de la Sala VII del Archivo General de la Nación, obtenidas por el doctor Ernesto Celesia. Estas cartas fueron utilizadas y dadas a conocer por Carlos Ibarguren en su estudio Manuelita Rosas, en las sucesivas ediciones aparecidas desde 1925.

A esa documentación debe sumarse el voluminoso paquete de cincuenta y nueve (59) cartas que van de marzo de 1889 a marzo de 1897 que Manuela dirigió desde el destierro a su fiel amigo Antonino Reyes, cuyos originales se han extraviado. Fueron comentadas por Raúl Montero Bustamante en su artículo El ocaso de Manuelita Rosas (La Prensa, Buenos Aires, 9 de mayo de 1926), y por Martiniano Leguizamón, primero en Revelaciones de un manojo de cartas (La Nación, Buenos Aires, 6, 8 y 11 de junio de 1926) y después en su libro Papeles de Rosas (Buenos Aires, 1935). Nuestro Archivo General de la Nación, ha publicado esas 59 cartas de Manuelita a Reyes, junto con otra de éste a aquélla, una de Agustina Rosas de Mansilla al mencionado Reyes y otras dos de Manuelita a Rosario T. de Rodriguez y a Rosario Reyes de Tezanos, respectivamente, con el título Manuelita Rosas y Antonino Reyes. El olvidado epistolario,1889-1897 (Buenos Aires, 1998). Finalmente, están las que Reyes dirigió a Manuelita, todavía inéditas.

La correspondencia de Manuelita desde el exilio fue incesante: “mi tiempo no es holgado - le escribe a Reyes el 21 de febrero de 1893 - y no se debe olvidar que sostengo la correspondencia con mis amigos en Buenos Aires y en varias partes del mundo”. Pero ¿dónde están esas cartas?...

Antonio Dellepiane ha cuestionado la ortografía de las cartas de juventud de Manuelita. Pero, la verdad sea dicha, no se diferencian en mucho de las cartas de vejez de Mariquita Sánchez de Thompson, en la época de Rosas señora de Mendeville, que presumía de sabia y literata. Manuelita tuvo una educación esmerada, de motu proprio. Ella lo ha referido al recordar a su maestro Marcelino Camelino. Y se tiene por cierto que recibió clases del famoso educacionista Salvador Negrotto.

La correspondencia de Manuelita deja traslucir la nostalgia del exilio. En carta a Reyes del 24 de mayo de 1889, al evocar el día de su santo, recuerda emocionada: “Para mí ese día... es de recuerdos tan tristes desde que me faltó mi amado padre ¡ Pobre tatita, me festejaba tanto¡ .. Comíamos en el medio del campo”. Y después de recordar sus visitas a Burguess Farm, finaliza: “¡Oh Reyes¡ Esos amenos días pasaron para no volver más, y para mi son más valiosos sus recuerdos que los que no puedo dejar de conservar de aquel tiempo en mi patria en que me rodeaba tanta bulla, tanta demostración de cariño, en algunos fingido, verdadero en otros”.

Nunca le pasó inadvertido, ni en los días de su alta vejez, el aniversario de Caseros. El 3 de febrero de 1891 le manifiesta a Reyes: “ Te escribo en este día, aniversario de tanta fatalidad para nosotros. Quien todo lo dispone, así lo quiso, sigamos sometidos a su divina voluntad”. En siguiente aniversario recordará: “Día inolvidable...”. Y al año subsiguiente: “Día de terribles recuerdos, se cumplen hoy 41 años, ¡ Oh Reyes¡ Y estamos hoy mejor que entonces?".

La nostalgia por el terruño, por los amigos y por los parientes ingratos fue infinita. Al punto que le escribe a Reyes el 18 de julio de 1892: “Ojalá nos fuera dado estar reunidos comunicándonos de viva voz nuestras cuitas ¡ Oh Reyes¡ qué grande sería el placer de estos tus dos amigos [se refiere a ella y a su consorte Máximo Terrero] y estoy cierta el tuyo también, si pudiera realizarse. Pero como nosotros hacen tantos años andamos en la mala, esa felicitad será difícil que entre por nuestras puertas”.

En esa correspondencia del exilio, Manuelita aclara, en palabras que trasuntan dignidad, la verdadera naturaleza del papel que le tocó desempeñar durante el gobierno de su padre: “Mi finado padre el general Rosas jamás me hizo desempeñar un rol que no debía, o que ridiculizase tanto a mí como a él mismo. Tampoco es cierto que yo tomase parte alguna oficialmente de asuntos públicos o políticos durante la administración de mi lamentado padre, cuando, creo, que hice cuanto me fue dado para desempeñarme en los actos privados y sociales con la dignidad que correspondía a nuestra posición" (carta a Reyes del 16 de noviembre de 1892). Y lo ratifica el 21 de febrero de 1893: “jamás desempeñé carácter tal en acto alguno”.

Y terminantes son sus palabras sobre la ejecución de Camila O`Gorman:“Tanto Máximo como yo te aseguramos ser cierto que mi lamentado padre, el general Rosas, escribió a una persona de nuestro país, en Buenos Aires [se refiere a Josefa Gómez] con motivo de ese mismo asunto, expresando terminantemente que a nadie había pedido consejo y agregando que de todos los actos de su administración, buenos o malos, era él exclusivamente responsable” (carta a Reyes del 16 de noviembre de 1892).

Otras cartas, despojadas de la gravedad que revisten las anteriores, aluden a los detalles de su vida cotidiana. El 18 de junio de 1895 escribe: “desde el 1° de junio la casa ha estado llena de huéspedes y yo obligada a cuidar de todo y de todos, como que soy quien todo lo dispone y maneja – esta pobre vieja- seguiré hasta que más no pueda y después será lo que Dios quiera”. Desde Londres, el 17 de febrero de 1890 cuenta su intimidad hogareña y la satisfacción que la causaba el recibo de sus connacionales. “Mi día fijo de recepción es el domingo pero siempre que vienen amigos entre semana y me es posible recibirles lo hago con más particular placer si son mis compatriotas, a quien recibo sin etiqueta y con la urbanidad que tu sabes me es característica ... a más tengo mi lote de visitas en la sala y debo recibirlas”.

Antonino Reyes
1813-1895
Evocando el golpe que le significa la separación de su hijo Manuel, refiere a Reyes el 18 de noviembre de 1890 con poética expresión: “sin él, me quedo como un pájaro sin alas”.

El 21 de mayo de 1890 escribe a su nunca olvidado amigo : “El andar con mi viejo, teniendo que ser quien maneja todo lo requerido en viajes, gastos de hotel, firmar cheques, etc. te probará que estoy muy acostumbrada a las reglas inglesas y que me hago entender en este idioma. Yo misma hago mi elogio a mi buen desempeño".

El 18 de febrero de 1897 en una carta de grave tono, como si hubiese sido escrita bajo un fúnebre presagio, Manuelita se refiere al envío del sable de San Martín al gobierno argentino y a las gestiones para que le fueran devueltos los bienes que le habían sido confiscados a su padre (en la parte correspondiente a los bienes propios que su finada madre, Encarnación Ezcurra, había aportado al matrimonio ) . Pero cuando envió esta carta, Antonino Reyes ya había muerto. Pero todavía el 22 de enero Reyes le había escrito por última vez, sin decirle a su amiga nada de su enfermedad. Pocos días después fue sometido a una operación y el 6 de febrero falleció. Manuelita se enteró de su muerte por el Dr. Adolfo Saldías. Y el 4 de marzo escribió a Rosario Reyes de Tezanos, hija del amigo, para darle el pésame: “Máximo y yo hemos perdido a un amigo de ejemplar lealtad, a quien jamás olvidaremos”.

La muerte de Reyes, su fiel corresponsal, desató el lazo que la unía con el pasado y ella, también vieja, enferma y entristecida, dedicada a la atención de su esposo enfermo, se extinguió en Londres el 17 de septiembre de 1898, traspuesto ya el umbral de los 81 años. Había nacido el 24 de mayo de 1817.

Se ha dicho que Manuelita volvió a Buenos Aires en 1886, temporalmente. Nada más inexacto. Nunca regresó a su adorada patria.

Julio A. Benencia dio a conocer una carta suya dirigida al doctor Adolfo Saldías y fechada en Londres el 2 de abril de 1896, cuyo original se conserva en el Archivo General de la Nación, en la que Manuela manifestó el deseo de que su padre, ella, su marido y sus hijos, reposaran definitivamente en suelo inglés, lejos del solar patrio: “En cuanto a trasladar los restos de mi tan amado padre a Buenos Aires eso jamás tendrá lugar, y mi completa oposición a ello la dejo explícitamente expresada en mi testamento. No, Doctor, sus cenizas reposan muy bien colocadas en el sepulcro y hermoso monumento que el cariño de su hija lo hizo erigir en el cementerio de Southampton; con su fiel hijo Máximo y sus nietos iremos según nos toque el turno, a reunirnos a él. La bóveda está construida para todos” ("Manuelita Rosas y los restos de su padre”, en Investigaciones y Ensayos, núm. 17, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1974, págs. 311-312).

Pero el hermoso monumento que Manuelita mandó erigir, es hoy solamente una ruina que apenas se divisa entre la maleza de un cementerio abandonado. Don Juan Manuel ya ha sido repatriado. Allá quedan Manuelita, su marido e hijos. Por eso, ya no se justifica su permanencia en tierra extraña. Es hora que los restos de la niña de Palermo regresen a la tierra de sus mayores, y que en su losa se graben aquellas palabras que ella escribió a Reyes el 26 de julio de 1893,a los 76 años: “Yo Reyes , nací para sufrir por todos y con todos. Mi carácter nunca fue propicio a mi felicidad”. Palabras, tan sinceras como conmovedoras, que la revelan como arquetipo de la mujer argentina.

FUENTE: Guillermo Palombo. Manuelita Rosas a través de su olvidado epistolario.

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