viernes, 20 de noviembre de 2009

JUAN MANUEL de ROSAS y LA DEFENSA DE LA SOBERANÍA

Al conmemorarse hoy, un nuevo aniversario del día de la Soberanía, he querido recordar, la conferencia que diera nuestro primo Alberto Gelly Cantilo Mantilla, Presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas", en el histórico Regimiento de Granaderos a Caballo, para referirse a este hecho glorioso.

En 1838 Francia impone el bloqueo a la Confederación Argentina manifestando su intención de “infligir a la invencible Buenos Aires un castigo ejemplar que será una lección saludable a todos los demás Estados Americanos”.


Es el momento de su expansión imperialista que se había iniciado años antes con la conquista de Argelia, la intervención en Tahití y en Egipto y se había extendido al nuevo mundo con el bloqueo del puerto de Veracruz y la destrucción del fuerte de San Juan de Ulúa en Méjico y las presiones sobre Chile, Ecuador y Venezuela.

Los resultados del bloqueo eran tremendamente ruinosos y se hicieron sentir fuertemente. Perjudicaban a nuestros pueblos que no podían embarcar sus cueros, crines y carnes; los saladeros y fábricas de aceite debieron cerrar o disminuir su trabajo; faltó la leña que venía por los ríos o en buques; faltaban productos y alimentos europeos.

Sin embargo en nuestra patria aparece la palabra “soberanía”Pese a las penurias el pueblo comprende este concepto nuevo. Una patria que no se hiciese respetar no era una patria. La patria eran ellos, sus hijos, algo concreto que todos comprendían y sentían.

Indignado por la conducta de los franceses, San Martín desde Grand Bourg, escribe a Rosas por primera vez. Después de explicarle las persecuciones sufridas que le obligaron a exilarse en 1824 y su deseo de no mezclarse en la guerra civil en 1829 que le hiciera volver a Europa sin desembarcar, señala: "He visto en los papeles públicos de ésta el bloqueo que el gobierno francés ha establecido contra nuestro país. Ignoro los resultados de esta medida. Si son los de la guerra yo sé lo que mi deber me impone como americano... si usted me cree de alguna utilidad espero sus órdenes. Tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a mi patria honradamente en cualquier clase que se me destine".

En 1839 el Libertador escribe a Rosas: “Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria a una condición peor que la que sufrimos en tiempo de la dominación española. Una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.

Los franceses se apoderan de la isla Martín García defendida por una pequeña guarnición de 110 hombres mandada por el Teniente Coronel Jerónimo Costa, apoyada en una batería de 4 cañones a cargo del mayor Juan Bautista Thorne.

Amparados por el fuego de los 40 cañones de su escuadra, desembarcan 450 soldados enemigos que vencieron la enérgica resistencia argentina. Costa entregó su espada al jefe francés quién se la devolvió por su heroísmo ya que habían muerto la mitad de sus soldados y él mismo había sido herido. En tanto, con el transcurso de los meses, el bloqueo era burlado mediante las balleneras, pequeños botes a vela, rápidos y de escaso calado que se deslizaban por los bancos del río y evitaban las fragatas y las corbetas de la poderosa escuadra del Almirante Leblanc, ancladas en los canales. Su capacidad de carga era escasa, pero la suplían ampliamente con su gran número. Se encontraban en Punta Indio, en la desembocadura del Salado y en el Tuyú. El 9 de Mayo de 1839 es atacada Atalaya cerca de Magdalena donde desembarcan 500 marineros franceses que entran en combate con la pequeña guarnición a cargo del Mayor Miguel Valle, destruyendo las mercaderías, incendiando los depósitos y embarcaciones.


Finalmente los sitiadores viendo la inutilidad de sus esfuerzos - al no poder doblegar a nuestro pueblo - deben firmar el Tratado Arana-Mackau el 29 de Octubre de 1840 que pone fin a las hostilidades y la escuadra francesa saluda a la bandera argentina con 21 cañonazos, poniendo fin al bloqueo que había durado 30 meses. Sin embargo entusiasmadas por el éxito de uso de la fuerza en Asia y por la guerra contra China de 1840 a 1842, se intenta una nueva agresión, esta vez anglo-francesa con las escuadras más modernas y mejor armadas del momento.

Se produce la Guerra del Paraná donde el 20 de Noviembre de 1845 en la Vuelta de Obligado el río fue cruzado con gruesas cadenas y defendido por baterías al mando de Eduardo Brown, el hijo del almirante y por Thorne, junto con el Regimiento Patricios y las milicias de Facundo Quiroga, el hijo del Tigre de los Llanos. Se lucha desde bien temprano y a las tres de la tarde apenas quedaban municiones. Thorne a las cinco de la tarde hace su último disparo siendo volteado por una granada enemiga.

"No ha sido nada" dice al levantarse, pero ha quedado sordo para siempre. Cerca de las seis desembarcan los infantes de marina franceses que son repelidos por los defensores con armas blancas. Su jefe el General Lucio Norberto Mansilla al frente del Regimiento de Patricios, de las milicias de San Nicolás y del batallón del Norte carga a bayoneta consiguiendo arrollar a los ingleses corriéndolos hasta sus botes, pero es herido por un casco de metralla.

Se sigue combatiendo hasta las ocho de la noche y finalmente son rechazados debiendo volver a sus buques.

El campo estaba sembrado de cadáveres y heridos graves. Los cañones estaban destruidos e inservibles. La bandera de guerra no cayó en su poder porque quedó destruida por el fuego, pero tuvimos 250 muertos y 400 heridos.

Los anglofranceses debieron quedarse en Obligado 40 días para reparar sus buques. Jamás habían supuesto una resistencia.

Las dos escuadras más poderosas del mundo no pudieron desembarcar en ningún punto de la costa argentina sin recibir un fuerte escarmiento.

La navegación de los ríos interiores era para los invasores un riesgo permanente, pues desde las costas recibían metralla desde los puntos más inesperados.

Al cruzar frente a Obligado con sólo la mitad de los buques fueron nuevamente atacados por Thorne con pequeños cañones llevados a cincha de caballo y debieron desembarcar 300 infantes de marina para atacar a esa artillería volante y a los 50 lanceros de caballería que la protegían.

Mansilla ya restablecido los ataca desde las barrancas de Tonelero a la altura de Ramallo y Acevedo a la altura de San Nicolás.

Al pasar por San Lorenzo ocho cañones ocultos en la maleza causan grandes daños a la escuadra en un feroz ataque que duró cuatro horas. En su parte Mansilla se muestra orgulloso de haber combatido en el mismo paraje regado por la sangre de los granaderos de San Martín.

La intervención anglofrancesa fue un fracaso y al regresar fueron repetidamente atacados en el Quebracho, situado a una legua al norte de San Lorenzo donde la barranca es alta y el río se angosta. El 4 de junio Mansilla con tres baterías con 17 cañones al grito de “¡Viva la soberana independencia nacional!”, atacó a la escuadra desde las 11 de la mañana hasta las dos de la tarde con un fuego intenso que les causó más muertos que en Obligado. Los argentinos apenas tuvieron un muerto y cuatro heridos, entre ellos nuevamente el bravo Thorne.

Finalmente el Tratado Arana-Southern desde 24 de Noviembre de 1849 pone fin a la intervención extranjera.

José de San Martín en la cláusula tercera de su testamento estableció: “El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia le será entregado al General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la república frente a las injustas pretensiones extranjeras que trataban de humillarla".

Recordar los fuertes lazos que el amor a la patria y la defensa de nuestro territorio unieran a San Martín y Rosas a partir de 1838 y años subsiguientes implica un compromiso ciudadano.

Por ello cuando el Doctor Adolfo P. Carranza funda el Museo Histórico Nacional le solicita a Manuelita Rosas la donación del sable corvo que acompañara al Libertador de América y que su padre Don Juan Manuel conservara hasta su muerte en el cofre original en cuya tapa había una chapa de bronce en la que estaba escrita la citada cláusula 38 como el reconocimiento del más grande de los argentinos.

Manuelita y su esposo Máximo Terrero deciden acceder al pedido y donar el sable al pueblo argentino, para lo cual encomiendan a Juan Manuel Ortiz de Rozas, el nieto del Restaurador, que lo traiga y lo entregue al Presidente de la República Argentina, el Doctor José Evaristo Uriburu. Ese símbolo de gloria, de soberanía y de libertad pertenece hoy a todos los argentinos y se encuentra dignamente custodiado en este Regimiento de Granaderos a Caballo que fundara el General San Martín.

El sable, la espada, es símbolo de los valores esenciales de la vida militar, del pasado heroico y de lo que debemos ser.

Representa un estilo de vida digno y austero propio de hombres viriles y auténticos. Nos recuerda a nuestros próceres luchando contra las invasiones inglesas en la Reconquista y la Defensa de 1806 y 1807, a los guerreros de la independencia, a los soldados de los ejércitos libertadores, a los gauchos, a los combatientes de Malvinas, a todos los que luchan por la dignidad.

El Ejército Argentino orgulloso de nuestro pasado histórico ha impuesto el 26 de Noviembre de 2007 el nombre de Juan Manuel de Rosas a la Brigada Mecanizada XI de Río Gallegos, de Gerónimo Costa al Regimiento de Infantería Mecanizado 24 y de Juan Bautista Thorne al Grupo de Artillería Blindada 11 de dicha brigada.

Se trata del reconocimiento a los protagonistas de una lucha honrosa que expresaron un rostro de la patria que merece respeto y consideración. Fueron hombres de su tiempo con todas las virtudes de esa época valiente.

He tenido el alto honor y el gran privilegio de integrar la comitiva que acompañó al Señor Jefe del Estado Mayor General del Ejército a esas lejanas tierras de nuestra Patagonia donde se realizaron las ceremonias de imposición de nombre histórico y cambio de la Bandera Nacional de Guerra, así como a la colocación de la piedra fundamental de los nuevos cuarteles en la Guarnición de Ejército Piedrabuena y a la formación por el 25 aniversario de la Gesta de Malvinas.

Con profunda emoción fui testigo presencial y directo de una de las páginas más trascendentales de nuestra historia puesto que se rindió un solemne reconocimiento a aquellos próceres que tantos servicios habían prestado a la patria.

Fuente:
GELLY CANTILO, Alberto, “Juan Manuel de Rosas y la defensa de la soberanía”. Conferencia pronunciada el 2 de abril de 2008 en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Publicado por Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.

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