Por Omar López Mato
Eduardo García-Mansilla nació en Washington hacia 1866 (1), cuando su padre, Manuel Rafael García, era embajador argentino en los Estados Unidos. Su madre era Eduarda Mansilla, hija del general Lucio Norberto Mansilla, el héroe de Obligado, y hermana de Lucio V. Mansilla, aquel de "La excursión a los indios ranqueles". Fue Eduarda una de nuestras primeras escritoras, cuya obra ha caído en un inmerecido olvido.
Joven de talento, Eduardo estudió música con célebres compositores como Jules Massenet, Vincent D’Indiy y Saint Saens en París, mientras era agregado de la embajada argentina. Hacia 1900 fue nombrado encargado de negocios de la Argentina en Rusia, donde no perdió el tiempo. En primer lugar se perfeccionó con Nikolái Rimsky Korsakov. Se casó con una joven de noble cuna, llamada Natalia Ivanona Ossipoff y cultivó la amistad del Zar Nicolas II, al que le dedicó una ópera de su autoría titulada Ivan. Esta obra se basaba en una leyenda rusa y fue estrenada con gran éxito en el Palacio del Hermitage en San Petesburgo ¡Qué tiempos aquellos! Nuestros diplomáticos obsequiaban óperas a sus anfitriones. Hoy los homenajean con empanadas y vino, y en casos extremos, achuras y asados.
* Programa del Teatro Colón de la Ciudad de Buenos Aires, del 20 de julio de 1915,para "Le Jongleur de Notre Dame" de Jules Massenet, y el Estreno de "Ivan" de Eduardo García-Mansilla.
La obra conoció varias representaciones tanto fuera como dentro del país, aunque hace años que no se la interpreta, al igual que muchas de las obras de este distinguido y talentoso compositor, hoy injustamente olvidado.
Esta ópera se estrenó en San Petersburgo, Rusia, en el año 1905, en el Teatro Imperial. En Bs. As., 20 de julio de 1915. Teatro Colón. Orquesta Estable del Teatro Colón, bajo la dirección de G. Marinuzzi. Fueron sus intérpretes: Alfredo Tedeschi, como Iván, Ernesto Caronna, como Casimiro, Genoveva Vex, como Natacha e Ida Mannarem como Marpha.
El argumento es el siguiente:
Transcurre en la pequeña Rusia, en una cabaña cerca de Kiev, en el siglo XVII.
Las mujeres alrededor del fuego se ocupan tejiendo y remendando sus ropas; Natacha, cerca de su nodriza Marpha, también está ocupada en la misma tarea, y su padre, Casimiro trabaja en su banco de carpintero.
Es la víspera de Navidad, y cada uno se entrega a los preparativos de sus vestidos de fiesta. Llega un grupo de aldeanos y con ellos Iván que vienen a saludar al carpintero. Natacha, contrariada por la presencia del joven, se levanta para retirarse, pero Iván se acerca a saludarla y expresarle una vez más su amor. Natacha lo rechaza amistosamente, aunque con firmeza, admirada de tanta constancia. Iván se queja de la actitud de Natacha, pero ésta le responde que no piensa todavía en desposarse, aconsejándole que la olvide buscando su compañera entre las muchachas de la aldea.
Iván le relata un sueño: Dormido en la estepa apareció el sol; tañía las campanas, y una de ellas, más cercana, cantaba con voz humana a su oído. “¡Navidad! ¡Navidad! ¡Espera Iván! Hoy ha nacido el amor”. Casimiro interrumpe la narración diciendo que los dueños de una casa vecina esperan a los aldeanos con grandes agasajos para celebrar las fiestas de Navidad.
Los jóvenes parten llevándose a Iván que prefería quedarse en compañía de Natacha, la cual no comparte la alegría de los aldeanos.
Un espeso velo de niebla oculta la casa de Casimiro, y entre la bruma azulada aparecen los pastores que van a Belén, guiados por una estrella cuyo fulgor aumenta misteriosamente.
La niebla se disipa poco a poco; la casa está iluminada por la luna. Iván abra la puerta y entra; una estrella brilla sobre la cabaña; el joven, obediente a su destino, vuelve a la morada de Natacha, abandonando la fiesta, y conmovido por una fuerza desconocida se arrodilla para rogar a Dios proteja al pueblo de Rusia y ampare su corazón.
Cuando las campanas anuncian la medianoche, cada doncella puede ver en un espejo el rostro del esposo que Dios le destina siempre que sean buena cristiana.
Suenan las doce y Natacha de espaldas a la puerta, levanta el espejo con vivísima emoción, y ve reflejada conmovida y temblorosa la imagen de Iván, que permanece inmóvil en el umbral de la puerta. El joven aldeano se arrodilla y toma entre las suyas una mano que Natacha abandona sugestionada por la revelación del espejo.
Se escuchan coros angélicos que cantan las alabanzas del niño Jesús, y en el cielo aparece estrellado el establo de Belén, rodeado de serafines y pastores que adornan al recién nacido, mientras los querubines anuncian con trompetas de oro la llegada del Mesías. Natacha e Iván de rodillas tienden los brazos al altísimo.
(1) Aquí el autor incurre en un error, Eduardo García-Mansilla nació en la Legación Argentina en Whashington el 7 de marzo de 1871. En 1866 nació su hermano Daniel.
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